La salida al pico Erata, la visita a la ermita y su entorno
compusieron una jornada para recordar, la climatología los paisajes y la
compañía fueron inmejorables.
Una visita al pueblo abandonado de
Otal puso la guinda al pastel.
Pese a que último tramo de
la excursión se nos hizo de noche, pudimos superar con éxito la jornada.
Anecdóticamente un leve retortijón de
tripas " y no de tobillo “cómo se creyó en un principio, no pudo estropear
un día fabuloso en el Pirineo, ¡ Viva el vino!.